lunes, 22 de octubre de 2012

LA CONQUISTA ESPAÑOLA


España fue la potencia europea que llegó a conquistar la mayor parte de América. En parte, esto se debió a que el descubrimiento del nuevo continente para los europeos fue realizado con el apoyo de los Reyes Católicos. Cristóbal Colón dio parte del hallazgo a Juan II de Portugal en 1493, al volver de su primera expedición. Esto generó una serie de negociaciones entre España y Portugal que se resolvieron mediante la intervención del papa Alejandro VI, que por una bula declaró legítima la posesión española de todas las tierras encontradas más allá de cien leguas al oeste de las islas Azores.[3] Con una ligera modificación posterior, esta bula repartió en el papel el continente entre España y Portugal, sin embargo otras potencias europeas se sumaron a la conquista y colonización en América. Entre ellas se encuentran Francia, Gran Bretaña, los Países Bajos, Rusia y Dinamarca. También se formaron pequeñas colonias escandinavas en la costa oriental de lo que actualmente son los Estados Unidos.

Los pueblos americanos presentaron resistencia a la ocupación de los europeos, sin embargo, se hallaban en desventaja. La tecnología bélica de los recién llegados era más avanzada y mortífera que la tecnología indígena. Los europeos conocían la fundición, la pólvora y contaban con caballos y vehículos de guerra. Los americanos contaban con una tecnología lítica y carecían de animales de carga, pero eran superiores en número y en conocimiento del terreno. Las enfermedades que los europeos llevaron a América —para las cuales los indígenas carecían de defensas— cobraron miles de vidas y fueron un factor que pesó en contra de las sociedades americanas, que en medio de la guerra también enfrentaron el desastre epidemiológico. La historia de la Conquista de América ha sido relatada principalmente desde el punto de vista de los europeos. Salvo en el caso de los mesoamericanos, los pueblos indígenas desconocían la escritura, de modo que los registros de los hechos desde la perspectiva indígena consisten principalmente en relatos recuperados algunos años después por los propios europeos. Se cuenta con ellos en los casos de Nueva España, el Perú y Yucatán.

Muchas culturas del Nuevo Mundo se conservaron y aumentaron la población aunque también muchas culturas indígenas desaparecieron debido en ocasiones a enfermedades que eran llevadas por los europeos y que eran desconocidas para ellos, y en otras a las conquistas europeas.
La Conquista de América abrió nuevas vías de comunicación y transporte, sobre todo marítimas entre Europa y América, así como entre distintos puntos de Europa y de América entre sí. Ello llevó a la creación de decenas de puertos oceánicos y fluviales en el continente americano. El trazado de esas vías estuvo influido en gran medida por razones mercantiles, relacionadas con los bienes que los colonizadores extraían en América para ser llevados a Europa, principalmente oro, plata y alimentos, así como la exportación de manufacturas desde Europa y esclavos desde África hacia América.
Culturales: con el Renacimiento, en la sociedad europea algunos sugerían la esfericidad de la Tierra, y la proliferación de comerciantes provocó la proliferación de leyendas y crónicas exageradas (viajes de Marco Polo, leyenda del Preste Juan), que causaron un gran interés por lo desconocido en la Europa de la época, junto con el espíritu aventurero hacia el Lejano Oriente.

Tecnológicas: la aparición de nuevas naves, como las carabelas o los galeones que permitían la penetración trasatlántica, gracias a Alfonso V y a Juan II de Portugal ("El Perfecto" o "El Navegante"), y por el proceso de mejora naval y de exploración, estos barcos incluían las velas cuadradas y las triangulares, junto con un casco reforzado, evolución de los barcos del comercio flamenco. Estos fueron los primeros barcos que pudieron hacer "cazadas", navegar contra el viento y al costado de este, con lo que se logró el descubrimiento de Canarias, remontar la costa africana y descubrir América. Nuevos instrumentos de navegación, como el astrolabio o la brújula, que permitían orientarse en el mar junto con el seguimiento de las estrellas, así como los avances en cartografía, fueron fundamentales para permitir la llegada europea a América.

La tecnología del siglo XVI:

La Europa cristiana existían básicamente dos tipos de barcos:
Los navíos del mediterráneo eran livianos, planos, anchos y con velas triangulares para darles dirección, aunque eran impulsados por remos. Estas embarcaciones resultaban apropiadas para la navegación solo en mares relativamente tranquilos.

Los navíos del norte de Europa eran mas pesados, profundos y con un casco curvo, impulsado por velas rectangulares, más apropiadas para la navegación en las aguas profundas y tormentosas. Los nuevos navíos de exploración fueron una mezcla entre ambos tipos de barcos, que dieron como resultado la nao de las expediciones portuguesas y la carabela de los españoles. Hacia comienzos del siglo XVI la Europa cristiana ya estuvo preparada, entonces, para emprender la exploración a tierras lejanas. La brújula, los mortelogios, el astrolabio y los portulanos posibilitaron las expediciones a tierras lejanas.

Una carabela es una embarcación a vela, ligera, alta y larga –hasta 30 metros–, estrecha, de aparejo redondo o latino y contaba con tres mástiles, sobre una sola cubierta y elevado castillo de popa; navegaba a 5,83 nudos (unos 15 km /h). Gracias a estas características pudo afrontar con éxito los viajes a través del océano. Fue inventada por portugueses pero también fue utilizada por los españoles en sus propios viajes de exploración durante el siglo XV. Fue diseñada en la Escuela de Navegación de Sagres, fundada por Enrique el Navegante a principios del siglo XV.

Con este tipo de velamen, velas latinas, el pilotaje de una carabela requería mucha más destreza y conocimiento que con las embarcaciones más comunes de finales de la Edad Media y principios del Renacimiento, de las cuales la principal era la carraca o nao. Ello conllevaba una mejora significativa de la maniobrabilidad con cualquier tipo de viento; sin embargo, este tipo de vela no permite aprovechar al máximo el viento de popa como lo hacen las velas rectangulares.

Es muy probable que las carabelas hayan evolucionado de los shows, de las vagras o vágalas árabes, buques de tres palos con vela triangula, (trina), de cuyo nombre: "La trina", derivó el nombre de "Latina", cuando éstos se introdujeron en la Península Ibérica durante la ocupación musulmana.

En un principio las carabelas se utilizaron como embarcaciones pesqueras. Dada sus cualidades marineras así como por los avances en la construcción naval de los astilleros portugueses y españoles, sus prestaciones se extendieron a la carga y la exploración de nuevas tierras.

En los años posteriores al descubrimiento y la conquista y colonización de América, las carabelas fueron cayendo en desuso en la medida que aparecieron nuevos tipos de embarcaciones, especialmente los galeones, los cuales tenían como precedente a las naos y carracas, pero con enormes mejoras en sus prestaciones, especialmente en cuanto a capacidad de carga, resistencia y maniobrabilidad.

Los españoles aportaron a sus colonias en América una serie de elementos técnicos comunes a las civilizaciones euro-asiáticas, que se difundieron por el continente en un tiempo asombrosamente corto. Entre ellos:

  • el caballo, que reavivó a las comunidades cazadoras de las praderas estadounidenses hasta el siglo XIX y las de ciertos pueblos sudamericanos: mapuches, pampeanos, etc. Junto con el caballo, la guarnicionería.
  • la vid, de cuyas cepas descienden hoy las producciones vinícolas de Chile, Argentina y California.
  • el vinagre.
  • las leguminosas (judías, garbanzos, lentejas, habas...).
  • el arroz, almendras, ajos, cebollas, ciruelas pasas (y demás frutas secas).
  • el ganado bovino, incluyendo al bravo, por lo que hoy existen corridas de toros en Perú, México, Ecuador, Colombia o Venezuela.
  • el trigo, originario de la antigua Mesopotamia.
  • el ganado ovino.
  • sebo, alquitrán.
  • la rueda como elemento de trabajo y transporte, pues algunas culturas americanas ya hacían uso de ellas en juguetes y, probablemente, en otras áreas técnicas que se han perdido.[5] No obstante, autores de prestigio como Stanley H. Boggs, eran escépticos ante esos juguetes hallados por aficionados, sin ninguna garantía arqueológica. "Los indígenas quedaron muy impresionados por dos artilugios occidentales que traían los españoles: el carro con ruedas y la polea. (...) Aunque los mexicas tenían tornos de alfarería, no se les había ocurrido usar la rueda como medio para facilitar el transporte." Pág. 572 de "El Imperio Español. De Colón a Magallanes", de Hugh Thomas. La noria también fue introducida por los españoles en América.
  • el hierro: antes del descubrimiento de América, en la Península, la rejería, tanto civil como religiosa, había elevado el tratamiento del hierro a la categoría de arte, con toda clase de diseños y filigranas.
  • la metalurgia de Toledo, la más avanzada de Europa.
  • la cerámica de Valencia: azulejos, vajillas, etc.
  • las armas de fuego, que remontan su técnica moderna a la Bombardilla sueca de Loshult (Circa 1350).
  • la pólvora, inventada por los chinos.
  • el limón, originario del sudeste de Asia, fue llevado a Europa durante las Cruzadas.
  • el azúcar, llevado desde Medio Oriente al entonces territorio conocido como Al-Ándalus durante las Cruzadas.
  • el lino, el cáñamo.
  • la seda.
  • la imprenta moderna, inventada por el alemán Johannes Gutenberg en 1453, fue llevada por los españoles a América ya en la primera mitad del siglo XVI.
  • el calendario juliano, después en 1583, gracias a la bula Inter Gravissimas, se instauró el calendario gregoriano.
  • las arquitecturas europeas y árabes, de las que había buenos ejemplos en los reinos españoles antes del descubrimiento de América: la Alhambra de Granada, la mezquita de Córdoba, Medina Azahara, los Alcázares de Sevilla, los palacios renacentistas de Jabalquinto, el de Cogolludo, el del Infantado, el Colegio Mayor Santa Cruz, e innumerables iglesias, catedrales y palacios románicos, góticos y mudéjares (la catedral románica de Santiago de Compostela, del siglo XII, posee la obra cumbre del románico europeo: el Pórtico de la Gloria, del gallego maestro Mateo). La arquitectura del antiguo Egipto, similar a la precolombina, hacía mucho tiempo (desde la Grecia clásica) que se había superado en Europa (y en el mundo islámico) por soluciones más avanzadas y sofisticadas.
  • los castillos y monasterios medievales. Los primeros, apenas tuvieron continuidad en el Nuevo Mundo. Los monasterios, sí. Algunos, como el de Santa Catalina, en Arequipa, verdaderamente originales.
  • las técnicas de jardinería: los jardines del Generalife, que datan de los siglos XII a XIV, los jardines de Aranjuez, los de Toledo, los de Sevilla, etc.
  • las técnicas de construcción de barcos de gran tonelaje, fundando modernos astilleros en Cuba y en el continente americano: Guayaquil, Panamá, etc.
  • las técnicas de navegación transoceánicas.
  • la Ballestina, utilizada en el mar desde principios del siglo XV para determinar la altura de los astros.
  • el astrolabio, el cuadrante, la brújula marina (una aguja magnética montada sobre balancines para que pudiera girar libremente pese a los bandazos de los buques), la ampolleta (una especie de reloj de arena), y otros instrumentos de navegación.
  • la cartografía.
  • las técnicas de explotación mineras: además de introducir implementos de hierro como picos, alzaprimas, cuñas y almádenas, los españoles inventaron técnicas de explotación minera como los molinos de ganga accionados por fuerza hidráulica, o el método de amalgama: la plata se extraía del mineral combinándola con mercurio y se la separaba de la amalgama por destilación del azague.
  • conocimientos de aritmética, geometría, astronomía y música (el "quadrivium"), que se enseñaban en las universidades hispánicas desde el siglo XIV.
  • el sistema financiero: el dinero, la banca, la letra de cambio, las sociedades mercantiles, etc.
  • conocimientos de economía: en el siglo XVI, la Escuela de Salamanca estaba en la primera fila de estos estudios: "Fueron los tratadistas de la Escuela de Salamanca los que, antes que el francés Jean Bodin, vieron la relación entre la abundancia de moneda, su depreciación y la correlativa carestía de los productos y servicios (...)." Pág. 252 de "El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias". Antonio Domínguez Ortiz. Por su parte, Joseph A. Schumpeter, en su clásica obra "Historia del análisis económico", se refiere a "El muy alto nivel de la economía española en el siglo XVI (...)". Pag. 207 de la citada obra. Autores como Luis Ortiz ("Memorial al Rey para que no salgan los dineros de estos reinos de España", 1558), Saravia de la Calle, elaborando una teoría de los precios, Martín de Azpilicueta, que ofrece una teoría cuantitativa del dinero, Tomás de Mercado, exponiendo una muy moderna interpretación del cambio internacional... son sólo algunos de los nombres que sentaron las bases de la economía en España, pero también en Europa.
  • los conocimientos de medicina: antes de descubrimiento de América, desde el siglo XIII, ya había una cátedra de medicina en Salamanca. Por aquellas fechas, su titular, Gabriel Álvarez Abarca era, además, médico de los Reyes Católicos.
  • los conocimientos de farmacia: en la Península se investigaba y desarrollaba la farmacia en la célebres "boticas". Para estar al frente de una farmacia, era necesario tener el título de Maestro Boticario, al que se accedía mediante un riguroso examen.
  • hospitales: ya desde el siglo XII, el Camino de Santiago estaba jalonado de hospitales que atendían a los peregrinos y a los enfermos pobres de la localidad en la que estaban ubicados. Pero fueron los Reyes Católicos los que más impulsaron la medicina hospitalaria en todos sus dominios ibéricos. Tal vez el mejor exponente de este empeño sea el Hospital de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela, fundado por ellos mismos en 1499, hoy convertido en el Parador Nacional de Santiago.
  • las técnicas hidráulicas, conocidas desde las épocas de las dominaciones romana y árabe: acueductos y embalses (los acueductos de Segovia y Mérida, el embalse de Proserpina, también en Mérida, etc.), canalizaciones y regadíos (la huerta de Murcia)...
  • la técnica de los tapices: Importantísimas fueron las colecciones de tapices de los reyes Fernando e Isabel.
  • la marroquinería, el repujado, el damasquinado, la esmaltería, la azabachería, la mazonería, la orfebrería, la joyería.
  • la encuadernación de libros.
  • la técnica de las vidrieras, que había alcanzado su madurez en la decoración de algunas catedrales góticas de los siglos XIII y XIV (la de León la más destacada)
  • las técnicas de pintura desarrolladas durante los siglos XIV Y XV (pintura al temple, al óleo...), las técnicas del laminado del oro ("pan de oro") para recubrir retablos.
  • las técnicas de entretejido: alfombras, vestidos, terciopelos, brocados... En Alcaraz, se fabricaban desde el siglo X algunas de las mejores alfombras de Europa. Varias de ellas se conservan en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid.
  • la técnica del artesonado.
  • las técnicas urbanísticas: ya Fernando el Católico escribió a Nicolás de Ovando dándole instrucciones de cómo se debían planificar las nuevas ciudades en América. Lo mismo hizo el rey Carlos I. Pero fue Felipe II quien, en sus famosas "Ordenanzas de Poblamiento" de 1573, estableció las normas a seguir: una amplia plaza mayor, calles amplias "tiradas a cordel", edificios dentro de cuadrículas, etc.
  • la ingeniería militar, que se plasmó en los fuertes de San Marcos, en La Florida, el de San Carlos de Perote, el de San Felipe de Bacalar, el de San Juan de Ulúa, el recinto fortificado de Campeche, el fuerte de San Diego de Acapulco, todos ellos en México; los castillos de La Punta, de la Fuerza y el de los Tres Reyes del Morro en La Habana; el castillo de San Carlos de la Cabaña, también en Cuba; el castillo del Morro de Santiago de Cuba; la ciudad amurallada de Santo Domingo; las murallas de San Juan de Puerto Rico; el castillo de San Felipe del Morro, también en Puerto Rico; el fuerte de San Lorenzo el Real de Chagre, en Panamá; el fuerte de San Felipe en Puerto Cabello; el castillo de Araya y las fortificaciones de Cumaná, en Venezuela; el fuerte de San Felipe de Barajas en Cartagena de Indias, Colombia; la fortaleza del Real Felipe del Callao, en Perú; el recinto fortificado del castillo de Niebla, en Chile, etc.
  • la ingeniería civil: innumerables puentes, puertos, canales y calzadas.
  • las Universidades, como instrumentos de transmisión de conocimientos: ya en el siglo XVI, se fundaron las de Santo Domingo, México y Lima.
  • escritura: la gramática de Antonio de Nebrija de 1492, la primera gramática europea desde Roma, que serviría de modelo para las de otras lenguas y marcó un hito en la maduración del castellano.
  • productos asiáticos (manufacturas de seda, especias, porcelanas, marfiles, etc.).

http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_Espa%C3%B1a_en_Am%C3%A9rica


Si bien los avances tecnológicos y culturales jugaron el papel más importante en empresas de los conquistadores, un factor colateral fueron las enfermedades traídas por los viajeros, especialmente la viruela, donde hay quien afirma que aniquilaron naciones enteras antes el contacto con los españoles. Otro factor fundamental fue la habilidad de los conquistadores en explotar las diferencias políticas entre los propios pueblos indígenas, ya sea apoyando a uno de los bandos de una guerra anual, como en el caso del Imperio Inca, o apoyándose en la poblaciones sometidas por el pueblo al que se pretendía sojuzgar, sea el caso del imperio Azteca.

Militarmente los conquistadores poseían algunas ventajas tecnológicas sobre los pueblos originarios, especialmente la tecnología de la navegación oceánica con velamen, las armas de fuego y el acero. Por otra parte las civilizaciones originarias tenían la ventaja del número, aunque la desunión y enemistades entre los pueblos indígenas jugó a favor de los españoles. En todos los casos las naciones indígenas cuya conquista pretendían los españoles superaban a estos en número: en promedio los españoles peninsulares nunca superaron el 2% de la población de América. Sin embargo era habitual que los conquistadores españoles realizaran alianzas para formar ejércitos numerosos. El ejército con el que Hernán Cortés atacó Tenochtitlán estaba integrado por 200.000 soldados,[4] de los cuales menos del 1% eran españoles.[4] Sin embargo a nivel táctico los españoles eran muy superiores a aztecas e incas, el modo de lucha era diferente, mientras los indígenas trataban de capturar prisioneros para sacrificar a sus dioses con un objetivo ritual, los españoles solían matar al enemigo en el cuerpo a cuerpo con un objetivo estratégico, lo que unido a su armamento más eficaz causaban gran mortandad entre los indios.

No se conoció ni el hierro ni el acero en América hasta la llegada de los españoles, a pesar de que muchas civilizaciones americanas habían desarrollado métodos avanzados para el tratamiento y fundido de los metales (oro, plata, bronce, estaño, cobre). Este conocimiento se aplicó principalmente para la elaboración de objetos religiosos, artísticos y simbólicos, así como de utensilios domésticos de uso cotidiano. Sólo los quechuas y los purépechas elaboraban armas de cobre, pero estas no alcanzaban el filo y dureza del hierro y el acero. Los cascos y armaduras de hierro que utilizaron los conquistadores constituyeron un importante factor de defensa personal, ideadas para resistir proyectiles o ballestas de las guerras europeas, pero excesivas para el trópico americano o armas indígenas . Sin embargo, la depurada tecnología textil de las civilizaciones andinas, que permitía tejidos de hasta 500 hilos por pulgada estructurados en capas sucesivas, les permitió desarrollar eficientes armaduras de tejido acolchado (el escaupil) que fueron adoptadas finalmente por los españoles, abandonando sus cascos y corazas metálicas,[5] ya que estas no eran adecuadas para climas tropicales, tanto por el calor que daba a los portadores como por la corrosión que sufrían.

El arma principal de los ejércitos andinos era la honda, realizada con tejidos, con la que arrojaban piedras calentadas hasta el rojo vivo, envueltas en algodón y brea. Utilizando estas armas los quechuas arrasaron Cuzco ocupada por los españoles en 1536.[5]

En el primer momento de la conquista las armas de fuego y en especial los arcabuces causaron gran impresión debido al estruendo. Pero su efecto militar fue escaso. Las espadas de acero y de hierro, los cuchillos y las armaduras demostraron ser mucho más efectivos militarmente. Por esta razón, cuando alcanzaban el dominio de alguna nación, los españoles prohibían el acceso a las armas de hierro por parte de los pobladores sometidos.

Los animales fueron otro factor militar. Por un lado, la introducción del caballo por parte de los españoles, les permitió en algunos casos moverse con rapidez y lanzar rápidos ataques. Sin embargo en las zonas montañosas y selváticas, los españoles se mostraron menos adaptados tecnológicamente que las culturas indígenas, que utilizaban la llama y técnicas especiales para construir caminos y puentes adaptados a ese tipo de terrenos. En algunos casos los pueblos originarios, principalmente en Norteamérica, la Araucanía, la pampa y la Patagonia, se apropiaron del caballo y desarrollaron técnicas de adiestramiento y monta, y se volvieron un factor decisivo para rechazar a los conquistadores. Los españoles utilizaron también perros para rastrear y atacar indígenas y esclavos en la selva y en los bosques.

La forma de hacer guerra de los españoles, como la de la mayoría de los europeos era más sangrienta e involucraba más guerreros que los que los indígenas americanos estaban acostumbrados a utilizar. Las armas de hierro y acero producían lesiones tan evidentes como las de las flechas envenenadas.

Pero el factor decisivo en la derrota de las civilizaciones americanas fue la caída de sus líderes y emperadores, aunque posiblemente pudo jugar algún papel el colapso demográfico. Entre los investigadores y sectores sociales no hay consenso sobre las causas de ese colapso, atribuyéndolos unos a un genocidio, otros a la introducción de nuevas enfermedades y un tercer grupo a una combinación de ambas causas. El investigador norteamericano H. F. Dobyns[] ha calculado que un 95% de la población total de América murió en los primeros 130 años después de la llegada de Colón. Por su parte, Cook y Borak, de la Universidad de Berkeley, establecieron luego de décadas de investigación, que la población en México disminuyó de 25,2 millones en 1518 a 700 mil personas en 1623, menos del 3% de la población original.[] En 1492 España y Portugal juntas no superaban los 10 millones de personas.[]


Aunque no fueron los únicos factores en juego, hubo un conjunto de tecnologías que hicieron posible la conquista de América. Fueron unas pocas tecnologías eurasiáticas (ninguna exclusivamente castellana) las que posibilitaron la conquista: las carabelas y carracas catalanas y las técnicas de navegación de ultramar; los cascos, armaduras y cotas de malla de acero que protegían a los conquistadores de las lanzas, flechas y garrotes indígenas, las espadas de acero con los mataban; los caballos.

Navegación de ultramar


La conquista castellana de América requirió el dominio de tecnologías de construcción de barcos con características apropiadas para hacer viajes oceánicos de larga duración, así como de los saberes indispensables para guiarlos a buen destino sin tierras a la vista. Cada una de estas tecnologías estaba basada en un complejo acrecentamiento de otras desarrolladas al menos desde la época de los mercaderes fenicios más de dos mil años antes de la Conquista.

Las embarcaciones se conocen desde la remota antigüedad, pero recién alcanzaron gran porte en Europa en la Edad Media (los chinos lo lograron mucho antes). En el siglo XIII la Liga Hanseática del europeo Mar del Norte comerciaba en barcos de gran manga (ancho, en la jerga náutica) denominados cocas, dotados de un solo mástil con vela cuadrada. En esa época la náutica europea tuvo cuatro importantes avances técnicos. El primero fue el comienzo de la navegación en mar abierto, posible gracias a la brújula (aguja de marear) inventada por los chinos. El segundo, la introducción en el Mediterráneo de la vela latina. El tercero, el timón de codaste, que hizo más preciso y simple el control del rumbo. Sin embargo, ninguno de los barcos de esta época era apropiado para largos viajes oceánicos debido a sus limitaciones estructurales y de capacidad de transporte, que no podía ser inferior a 100 toneladas. La tonelada de esa época era una unidad de volumen igual al espacio de bodega donde podían almacenarse 2 toneles atados entre sí, capaces de almacenar unos 600 kilogramos de agua cada uno, unas 1,2 t de hoy.

A comienzos del siglo XV los portugueses desarrollaron la carabela, un nuevo tipo de barco pequeño de tres o cuatro mástiles de los cuales sólo el mástil de proa (trinquete) llevaba una vela cuadra, siendo las demás latinas. Su capacidad de carga era de 100 toneladas o más y su silueta era inconfundible debido a la extensa proa, su elevado y angosto puente o castillo de popa. Estos fueron los barcos que les permitieron superar la navegación costera y llegar a Asia, por el Oriente y a Brasil, por el Occidente. Los astilleros catalanes y andaluces tomaron los modelos de carabelas portuguesas, a las que no parecen haber hecho otras modificaciones que los incrementos de tamaño del casco y de la cantidad y disposición de las velas latinas y cuadras. Los famosos galeones españoles que custodiaban los barcos mercantes eran la agrandada versión militar de la carabela portuguesa, profusamente equipados con poderosos cañones.

La figura superior muestra una carraca, barco posterior pero muy similar a la carabela. La versión militar de estos buques llegó a alcanzar grandes tamaños. La gran carraca del rey Enrique VIII de Inglaterra tenía una capacidad de carga de 1.500 toneladas y transportaba 195 cañones y 900 tripulantes. La más pequeña de las carabelas de Colón, mucho más chica que esta carraca, probablemente medía unos 16 m de eslora (distancia entre el codaste y la roda, aproximadamente el largo total del barco) y 7 m de manga y tenía una capacidad de carga útil cercana a las 200 toneladas. La buena operación de una carabela pequeña requería alrededor de 100 tripulantes, de los cuales unos 50 eran marineros, 30 grumetes y el resto oficiales y artesanos de variados oficios: carpinteros, calafateros, artilleros (si el barco estaba armado para defenderse de piratas) y barberos (cirujanos). Arriar y desplegar las grandes velas, aún con ayuda de tornos requería un gran número de marineros y grumetes. Todo esto requería una capacidad de carga superior a un centenar de toneladas.

La navegación transoceánica, que en esa esa época sólo los chinos y europeos habían dominado, es así una tecnología compleja que requiere el dominio de al menos los siguientes saberes:

  1. Construcciones de madera resistentes y estancas. Aunque los europeos del Renacimiento sabían construir grandes edificios de madera, la carpintería naval les presentó nuevos desafíos. El primero fue dar a los barcos la resistencia necesaria para soportar las grandes fuerzas destructivas de las olas, fuerzas redobladas durante las frecuentes tormentas atlánticas. Este desafío es similar al de hacer construcciones de madera antisísmicas en zonas de terremotos frecuentes. Esto se logró con el uso de estructuras inspiradas en las cúpulas de las iglesias. El segundo fue la construcción de cascos suficientemente estancos para impedir el excesivo ingreso de agua a través de las juntas. Se usaron para ellos 2 técnicas diferentes de unión de las tablas de madera de roble: las juntas a tope que unían canto con canto; el tingladillo, donde se solapaban como en una cubierta de techo de tejelas. En ambos casos había que aplicar a las maderas sustancias impermeabilizantes (para evitar su podredumbre) y selladores de grietas y juntas (usualmente brea). Así y todo, ya que el sellado no era perfecto, había que instalar sistemas de achique (desagote) constante con bombas manuales.
  2. Propulsión y maniobrabilidad. Las velas eran el único sistema de propulsión de barcos conocido en esa época. Las originales velas cuadras (cuadradas) de los barcos del Mediterráneo sólo permitían la navegación a favor del viento (sotavento). Las velas latinas, de forma triangular y sujetas en su parte inferior a parantes móviles (las vergas), en conjunción con una quilla sobresaliente, permitieron el avance de los buques en oposición parcial al viento de proa (barlovento) mediante trayectos zigzagueantes denominados bordadas.
  3. Capacidad de carga superior a las 100 toneladas. Los buques debían transportar, entre tripulación y soldados, unas dos centenares de personas con sus bagajes personales, así como armas, caballos y alimentos (incluidos animales como cerdos y vacas) y enseres indispensables para los largos tiempos de navegación (de dos a tres meses para llegar al Río de la Plata, mediando vientos favorables). Esta capacidad de carga fue una consecuencia de las técnicas de construcción y de la dotación de un número suficiente de velas.
  4. Determinación de la posición de la nave. La tarea de determinación de la posición del buque, a cargo del piloto, requería importantes saberes matemáticos y el correcto uso de varios instrumentos de medición. La brújula identificaba la dirección y sentido del movimiento del barco. El astrolabio y el cuadrante permitían usar la posición de los cuerpos celestes para determinar la latitud, siempre y cuando el cielo estuviera despejado y se dispusiera de tablas astronómicas apropiadas (conocimiento bien desarrollado en la época). La corredera daba una medida, aunque imperfecta, de la distancia recorrida por el barco, y permitía estimar aproximadamente la longitud. Conocidas la latitud y la longitud se podían usar cartas geográficas de la zona —cuando existían— para conocer la ubicación del barco. El problema de la determinación precisa de la longitud, el más complejo de todos, recién fue resuelto satisfactoriamente, en la primera mitad del siglo XIX, cuando se construyeron relojes capaces de funcionar con gran precisión (menos de 1 segundo de error por día) en lugares sujetos a golpeteos continuos.

Fuentes


  • Derry T. K. & Williams, Trevor I.; Historia de la tecnología volumen 1: desde la antigüedad hasta 1750; Siglo Veintiuno de España Editores SA; Madrid (España); 1986 (9ª edición); ISBN 9788432302794 (Derry HT1); pp. 277‑291.

Armas y armaduras



Los españoles habían desarrollado, por métodos empíricos, la tecnología de fabricación de acero de excelente calidad —en la que se destacaba la ciudad de Toledo— que usaban en la fabricación de espadas y alabardas (las principales armas ofensivas de la época) y de los defensivos cascos, armaduras y cotas de malla, todos de gran resistencia, duración y costo. Era agobiante usarlos, pero la experiencia pronto les enseñó que en las regiones hostiles no debían sacarse los cascos y armaduras ni siquiera para dormir. Los robustos caballos —que trajeron primero de España y luego comenzaron a reproducir en estas tierras— desempeñaron un papel central en la conquista: les sirvieron de medio de transporte aliviando la carga de las armas y armaduras y fueron un arma equivalente a los actuales tanques de guerra (habían compañías Caballos Coraza con animales acorazados). El caballo inspiró inicialmente terror a los aborígenes, que creyeron enfrentarse a centauros acorazados, terror que luego superaron, incorporando al animal a su cultura. Esta incorporación, sin embargo, no fue lo suficientemente rápida ni complementada con las demás tecnologías necesarias para contrarrestar la superioridad guerrera de los conquistadores.

Es generalizada la errónea creencia que las armas de fuego tuvieron un rol decisivo en la conquista. En la época habían dos tipos armas de fuego, ninguna demasiado eficaz y ambas de difícil y riesgoso manejo: las armas individuales (cuyo prototipo era el arcabuz) y los primitivos cañones. Ambas estaban basadas en la gran expansión producida por la combustión de la pólvora y el tosco método de eslabón y pedernal usado en la época para encender fuego. Todas ellas tenían muy poca precisión a distancia, y aunque no tenemos datos para los arcabuces, para los fusiles usados tres siglos después en las guerras de la independencia argentina (mucho más eficientes que aquellos) se estimaba que en el rango medio de su alcance daba en el blanco aproximadamente uno de cada 10.000 disparos. Los cañones eran similarmente imprecisos y su principal uso en la Europa de la época era derribar fortificaciones ubicadas en planicies. Las fortalezas amerindias estaban en las laderas de las montañas, sin buenos caminos de acceso que permitieran transportar cañones. La pólvora con que operaban debía ser traída desde muy lejos y no podía ser fabricada por el propio ejército en campaña. Las operaciones de recarga de los arcabuces y los cañones requería más de una decena de pasos que debían ser efectuados con precisión, a cubierto de la lluvia y llevaban largo tiempo, tarea imposible en las batallas cuerpo a cuerpo preferidas por los amerindios. Asimismo, tanto los arcabuces como los cañones fallaban con frecuencia, hiriendo o matando a sus portadores u operadores. El único efecto importante de las armas de fuego de la época era el susto que su estallido provocaba a los que no las conocían, efecto que la familiaridad hacía desaparecer rápidamente. Muy distinta fue, en cambio, la importancia del descendiente de casi cuatro siglos después, el fusil de repetición Rémington, responsable junto con el telégrafo del rápido éxito de las campañas al “desierto” no patagónico y a la región chaqueña a fines del siglo XIX.

El escritor sueco Sven Lindqvist, en el libro Exterminad a todos los brutos, señala al respecto:

Cuando los europeos marcharon hacia el este, como cruzados en los siglos XII y XIII, encontraron pueblos que les eran superiores en cultura, en astucia, diplomacia, conocimientos técnicos y por sobre todo, experiencia con las epidemias. Miles de cruzados murieron entonces por la inferioridad de su "cultura bacteriológica". Cuando los europeos marcharon hacia el oeste, en el siglo XV, ellos mismos eran portadores de las bacterias superiores. Los pueblos murieron, en todas partes a donde los europeos llegaron. En 1492 llegó Colón a América. La extensión de la llamada "catástrofe demográfica" que le sucedió es juzgada diversamente por los distintos investigadores. Lo que es seguro es que no tiene parangón en la historia del mundo. Según la opinión vigente actualmente, había en América, a la llegada de Colón, más o menos tantos habitantes como los que había en Europa, algo más de 70.000.000. Durante los siguientes trescientos años la población del mundo creció un 250%. Europa creció aún más rápidamente: entre 400 y 500%. La población americana original, por el contrario, mermó entre el 90 y el 95%.

Más rápida y de mayor dimensión fue la catástrofe demográfica en las zonas más pobladas de América Latina que primero entraron en contacto con los europeos: las islas de las Indias Occidentales, México, América Central y la región andina. Solamente en México puede haber habido unos 25 millones de habitantes cuando los europeos llegaron en 1519. Cincuenta años más tarde la cifra había descendido a 2,7 millones. Otros cincuenta años después había todavía 1,5 millones de indios. Más del noventa por ciento de la población originaria había sido exterminada en 100 años.

La gran mayoría de esos hombres no murieron en batallas. Murieron, pacíficamente, de enfermedades, hambre y condiciones de trabajo inhumanas. La organización social de los indígenas había sido destruida por los conquistadores blancos y, en la nueva sociedad, era utilizable tan sólo una pequeña fracción de ellos. Los nativos eran de "baja calidad como fuerza de trabajo" para los blancos. Había muchos más nativos de los que la pequeña cifra de blancos podía explotar con los métodos existentes. La causa directa de la muerte era, frecuentemente, una enfermedad, pero la razón de fondo era que los nativos eran demasiado numerosos para que tuviesen algún valor económico en el marco de la sociedad de los conquistadores.

¿Era justificable el continuar la conquista que tenía tan fatales consecuencias? Esta pregunta fue el gran tema de discusión entre los intelectuales españoles del siglo XVI. Alcanzó tal dimensión que Carlos V, el 16 de abril de 1550, prohibió extender la conquista a la espera de un debate sobre su justificación, una disposición que no tiene equivalente en los anales de la expansión occidental, como escribe Magnus Mömer. El debate tuvo lugar en Valladolid, en agosto de 1550, entre un jurado de destacados juristas que no pudieron ponerse de acuerdo en sentencia alguna.

¡De qué hubiese servido! Ninguna sentencia en el mundo hubiese logrado que los españoles hiciesen lo que ellos consideraban era un trabajo para los indios. Ninguna sentencia hubiese logrado impedir que tratasen a los indios como seres inferiores, que con violencia debían someterse a sus señores naturales. El que los indios, por causas desconocidas, se muriesen, era lamentable, pero claramente inevitable.



 

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